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Quijotadas Literarias

LA HISTORIA PARA LA LITERATURA

La historia desde Heródoto, en la cultura occidental ha sido contada desde la belleza literaria de cronistas y recopiladores. A través de centurias, los papiros, tablas y piedras han revelado el sentir y el diario vivir de aquellos hombres y mujeres que forjaron las civilizaciones. En oriente de igual manera contar los hechos trascendentes eran una forma de arte con doble intención: Embellecer y resguardar la memoria.

Al entrar a la modernidad y con la necesidad de hacer de las ciencias sociales una estructura de estudio aplicada por metodologías, convirtieron a la literatura histórica en documento y su academicismo desplazó a un género literario la forma de contar los hechos del pasado.

Ahora hablamos de ficción histórica, ya un género literario que se nutre de la investigación, (algunas veces con rigor, otras no tanto) y se adentra en la memoria colectiva; aborda la civilización desde un punto y lugar específico y por medio de la ficción y los relatos se enriquece para abrir una puerta más al conocimiento de un momento perdido en el tiempo.

Aquí es donde se plantea el problema. Los académicos de la historia en su mayoría han desalentado esta clase de publicaciones por considerarlas faltas de rigor y mucho peor, son acusadas de crear en la memoria colectiva una visión equivocada de los hechos demostrados a través de años de estudio e investigación. Pero ¿Cómo decirle a Santiago Posteguillo que su saga de Roma y en especial El Circo Máximo, es una parodia de la historia romana? Muchos han resuelto incógnitas desde la curiosidad inocente del lector que se siente atraído por el pasado y las características que los autores llevan a sus obras, intentan darles ese contenido que tanto buscan los amantes de la historia que no llegan a interesarse por las complejas teorías de los libros de investigación histórica. Eso no implica que lo razonable es abordar las ficciones como lo que son y buscar en las fuentes el origen de estas historias. Reconciliarlas puede ser una mayor experiencia académica y literaria. 

No puedo imaginar a un Pierre Vayssíere que investigó por años a Simón Bolívar no deleitarse con el realismo mágico que Gabriel García Márquez al describir a aquel libertador solitario envuelto en la nostalgia de las guerras y el poder mientras pulía sus botas en medio del Magdalena o cómo no pensar que el mejor medievalista de nuestro tiempo Jaques Le Goff, no pudo sentarse con un buen vaso de coñac y devorarse la obra máxima de la literatura que es El Nombre de la Rosa, a sabiendas que los hechos allí narrados eran el reflejo de una bella historia contextualizada en aquella época de la cual el mismo era experto.

Así como el cine, la literatura nos ha regalado un vistazo de la historia y merece un espacio en el corazón de cada lector que aborda un libro de ficción histórica. Pensar que una novela pretende reemplazar un trabajo académico es un absurdo, pero pretender que la literatura de este género no tiene valor para la preservación de la propia historia es igual de injusto y terrible.

Como escritor, éste, su servidor, o sea yo; se ha dado a la tarea de hacer mi obra bajo los parámetros de este género. Puedo decir con conocimiento de causa que la facultad de historia a la cual asistí por un tiempo, me dio herramientas muy valiosas para poder crear personajes y enfatizar en la importancia de los hechos que contextualizan una ficción.  El mayor de los placeres es tropezarse con documentos originales, libros de siglos de antigüedad, imágenes y testimonios que enriquecen y sostienen la imaginación de la experiencia literaria y le dan características y lenguajes a los personajes y situaciones de una manera más realista y sustentada. Y me honra decir que aquellos que leen mi obra no creen en mis palabras como verdad absoluta. Todos absorben la narración creando esa curiosidad de reconocer los lugares y los hechos tal y como fueron realmente. Tal vez le hacemos un favor a los académicos y nos convertimos en la antesala que abre las puertas al mundo su sacrificado trabajo de mantener la memoria y hacer de su trabajo algo más que tesis que se limitan a publicaciones especializadas y en muchos otros tristes casos a tesis e investigaciones archivadas en universidades sin posibilidad de ser vistas y disfrutadas por todos los amantes de la historia.

Termino esta “Quijotada literaria” aludiendo a la auto promoción con el respeto que los lectores se merecen, para que se acerquen a Donde los muertos permanecen en pie y desde el 3 de noviembre a El Último Vuelo del Zorzal. Mis dos novelas que como dije antes pueden ser ficción histórica. Las dos editadas con belleza y profesionalismo por Chiado Editorial y su equipo.

Este tema tendrá una segunda parte en el próximo número donde ahondaremos cómo es la vuelta de hoja y de cómo la historia ha influenciado la creación de literatura fantástica y del cómo y dónde se ha dado ese fenómeno. (Sí, vamos a hablar de Game of Thrones).

¡Hasta la próxima quijotada!!!

EL ARTE LITERARIO O

EL PRODUCTO LITERARIO

“El arte es un suicidio y se hace sin pensar en el mañana. La esperanza sólo crea pensamiento mágico y esperar nos va a enfermar. No espere nada del arte. Se debe crear como si fuera el último día de su vida, nada más.”

Así parafraseando a la mordaz Avelína Asper, la crítica de arte más polémica de Latinoamérica, me remito a conjurar uno de los temas más polémicos que pueden abordarse en el mundo literario. Que obras son realmente literatura y que son productos literarios.

Si nos remitimos a la antigüedad, la literatura de ficción se construía con un fin específico. Esopo, por ejemplo, cuatro siglos antes de la era común o “antes de cristo”, determinó la estructura básica de la narración literaria con fines educativos y elaborando un discurso simple repleto de elementos estéticos, al antropomorfizar animales y brindándoles un elemento distintivo que daba un valor específico a la narración y su posterior mensaje. La literatura del lejano oriente más llevada de la mano con las creencias teológicas, se enmarcaban en historias de héroes y dioses con fines puntuales que permitían un entendimiento del entorno y de los fenómenos naturales, así como una estructura moral que sostenía el orden social en la mayoría de los casos.

Podemos empezar a citar diversos autores que comenzaron a revelar los grandes misterios de la mente humana y su inquietud más allá de su fe y su propia percepción, y encontrarnos con Dante Alighieri o con Miguel de Cervantes Saavedra, haciendo de su imaginación un testimonio de su propio espíritu y vivencia, con el único fin de darle rienda suelta al deseo de escribir y dejar testimonio de su época y del amor a la palabra. Cualquier autor que lleguemos a citar puede ser vivo ejemplo de estos mismos sentimientos: aguerrido, arriesgado, creativo, a veces rebelde o innovador, y ante todo desinteresado al crear por el gusto de crear y dejar huella en las generaciones venideras.

Todos o al menos la mayoría de los nuevos escritores realmente ¿hemos incursionado con esta misma intención?

Empezaré por los autores de renombre, aquellos que con una ópera prima impecable hicieron de su carrera un inicio comparable a los grandes maestros de la literatura universal y gracias a su nivel de ventas y a editoriales que supieron aprovechar el impacto de estos autores, han transformado a estos talentosos escritores en una herramienta más del mercado, saturando a los lectores que los llegaron a admirar y que ahora los miran con desdén. Paradójicamente estos mismos autores se han convertido en los favoritos del público regular que no invertía en literatura en el transcurso de su vida. Hablo específicamente de autores como Pablo Coelho con casi 25 obras a su haber y siendo uno de los referentes de las famosas “frases célebres de las redes sociales” donde después de un Alquimista que sorprendió en 1988, se convirtió en un novelista que no cambió mucho ni de tema ni de estructura y donde sus sosas enseñanzas dejaron de sorprender a sus seguidores y se convirtieron en paquetes de auto superación y moralejas obvias. Con personajes poco profundos y adornados de clichés que llevan al lector coherente de una insípida experiencia al inicio, a un empalagoso final lleno de adornos y saturados cuadros de esperanza y luz al final del camino. Una fórmula que no ha cambiado en casi 40 años de carrera. Por otro lado, y con dolor en el corazón, una de mis autoras favoritas Isabel Allende fue de la belleza y la tragedia visceral de “La casa de los espíritus” a una caída inevitable a historias tan aburridas como “El juego de Ripper” o “El bosque de los pigmeos”. Con 22 obras y otras tantas obras de teatro, se le puede considerar una “escritora de editorial” que aprovecha los estereotipos femeninos y las ya aburridas historias tradicionales de amor donde su exacerbada imagen de la feminidad les quita la fuerza y profundidad a sus heroínas, que en su momento fueron el sello de sus primeras y grandes obras. Y no olvidemos a Dan Brown que usó la misma estructura y fórmula tres veces y aunque tiene un bagaje investigativo histórico, resulta aburrido caer en las mismas líneas argumentales una y otra vez.

Fijémonos ahora en las tendencias actuales de la literatura. Las cuales han inundado el mercado con una fuerza nada comparable con los autores de la vieja usanza del siglo XX y menos con la maquinaria publicitaria que han hecho de estas obras, imprentas de dinero y a sus autores en multimillonarios por ventas de los libros y sus derechos para ser utilizados en otros medios como el cine y el “merchandising” resultante de estos fenómenos mediáticos. Pero el debate surge del cómo y el por qué estas obras logran tal impacto en un público regular que no acostumbra ser lector y sobre todo que fórmula se ha usado para que el éxito comercial llegue a tales niveles.

Las llamadas “Sagas” que tienen su origen en grandes obras como Lord of The Rings de Tolkein o más actuales, con “La danza de hielo y fuego” de J.R.R. Martin que aún sigue inconclusa. Estos ejemplos llegaron al cine y la televisión, pero la riqueza de su argumento no llega nunca a ser expresado de una manera tan intensa y bien estructurada en otro medio que no sea el literario. Por otro lado, tenemos a J.K. Rowling y a un Harry Potter que tuvo un inicio muy accidentado, pero a su favor se le puede reconocer el valor de lograr devolverle a los niños las ganas de leer y posteriormente les reveló el gran secreto de cómo se adapta un libro bien logrado, en una película simple a comparación de lo que las páginas les dejaron visualizar desde su imaginación en su momento.

Por otro lado, los fenómenos mediáticos de las novelas “eróticas” que contemplan una nueva alternativa ya llevada a la extrema literalidad con una pobre narrativa y empleando pocos recursos para ejemplificar el ya obtenido derecho a la libertad sexual femenina y degradándola a mi parecer, a simples víctimas deseosas de ser manipuladas por un macho retrograda y en muchos casos, casi psicópata. Y no hablemos de las novelas fantásticas adolescentes que tantas nuevas generaciones leen y que reciclan a los héroes de antaño en múltiples escenarios post apocalípticos, pero que no aportan nada más a la imaginación que las fórmulas de las novelas clásicas de ficción de inicios del siglo XX. Con estos ejemplos y muchos más ahora nos preguntamos si tal vez el arte en su totalidad está en crisis. Si la esencia de crear por crear e innovar sea ya un paso en falso y obtener reconocimiento sólo se logra siguiendo lo que las tendencias imponen.

 

“Democratizar la creación” ¿termina siendo contraproducente para los artistas auténticos? o aquellos que asumen el reto de hacer de cero una historia y generar perspectivas mucho más profundas que seguir lo que impone el mercado ¿están en un camino tortuoso condenados a llegar a unos pocos?

Este análisis que intento recrear en esta quijotada literaria no pretende desanimar a aquellos que manejan este tipo de géneros, es más bien una oportunidad de buscar recrear y evolucionar los mismos, adueñarse de los propios géneros y hacerlos mucho más innovadores e interesantes. Que la única razón de hacer literatura, no sea la fama o la fortuna. Eso nos libera de la presión de hacer un producto y nos permite la libertad de hacer una verdadera, honesta y hermosa obra que trascenderá y dará frutos que nos darán más satisfacciones de las que podamos imaginar. Los grandes escritores nunca perdieron la capacidad de asombro ni la curiosidad de experimentar y fallar. Cultivar las mentes de las generaciones futuras con grandes historias es la verdadera meta. Lo que venga después viene por añadidura y nada más.

DE INTELECTUALES Y YOUTUBERS

“A través de los índices de audiencia, la lógica de lo comercial se impone a las producciones culturales”. Con esta cita, el antropólogo, etnólogo y sociólogo francés Pierre Bordeau, explica el fenómeno de los medios masivos y la incorporación de los mismos en la cotidianidad del ser humano contemporáneo.

Las generaciones se muestran con estas expresiones culturales y comunicativas, haciendo de ellas una herramienta de identificación con el entorno en el que se desarrollan y explotan los recursos que tienen a mano para hacer de su mensaje, un sello de su realidad.

Ahora bien, después de este par de párrafos concretos y respaldados por una cita que configurarían un excelente inicio a una disertación sobre los fenómenos comunicacionales de nuestro tiempo, me enfrasco a tratar de mediar en una discusión altamente compleja en su análisis pero simple en su desarrollo: Los Youtubers vs. Intelectuales

 

Muchos podrían decir: ¿pero otra vez ese temita? Quedaron muy claras las posiciones de los enfrentados en este conflicto mediático. La diferencia radica en que en mi caso, no me he tomado el tema a la ligera. He tratado de identificar los elementos que componen esta discusión y buscar en mi propia experiencia de vida una base para encontrar posibles respuestas a los cuestionamientos de las dos partes implicadas en un conflicto generacional tan antiguo como la humanidad misma, pero que en este caso, tiene una importancia coyuntural desde la cultura y la relación entre las dos generaciones que componen la parte productiva de la sociedad.

Los intelectuales, periodistas y escritores, mayores de 35 años en su mayoría, formulan desde su propia experiencia la necesidad de criticar a un grupo de chicos que se han devorado el mundo y las mentes de los más jóvenes por medio de videos posteados en las plataformas por internet. Apuestan por el discurso de la responsabilidad social y la incapacidad de asumir que este es un mundo que comunicativamente hablando ya no nos pertenece. Se hace una búsqueda incansable de ejemplos de contenidos insulsos y llenos de simplicidad y superficialidad que llevan a las mentes jóvenes a comportarse, vestirse y percibir el mundo desde los ejemplarizantes elementos que estos nuevo mediáticos les brindan cada semana, llegando a lo más profundo de su propia vida por medio de la identificación que produce la similitud de sus propias vidas con las de los gurús del youtube que tan fervientemente siguen.

 

Por otra parte se encuentran los jóvenes realizadores y constructores de estos espacios. Chicos de no más de 25 años, muchos de ellos en edad escolar, algunos desescolarizados, otros con una carrera en curso o a punto de graduarse. Todos con una personalidad extrovertida, fácil de identificar y llena de elementos que los emancipan del yugo de la sociedad a la que les cayó en suerte pertenecer y de la cual quieren de alguna manera dejar su propia huella.

El detonante en Colombia y en otros países de Latinoamérica ha sido la incursión de los creadores jóvenes de estos contenidos en el mundo literario. En los últimos meses los ataques de parte y parte van y vienen con la misma dinámica de papá y mamá tratando de imponerle a sus hijitos su forma de ver el mundo, mientras los retoños se despotrican contra aquellas figuras de autoridad dando razones del por qué su trabajo es valioso y pertenece a su propia generación. Muy pocos se han dado a la tarea de analizar este conflicto con cabeza fría sin apelar al ego intelectual y obtuso de unos, y el discurso contestatario desde la rebeldía juvenil y en la mayoría de los casos, soberbia de los otros.

 

Es difícil apreciar el panorama sin tomar partido, pero ahí va mi intento.

 

El mundo está interconectado como nunca antes en la historia de la humanidad. La inmediatez, la facilidad de acceder a otros y comunicarse directamente ha posibilitado que las personas expresen sus ideas, pensamientos y gustos con el mundo. Todos los elementos que componen nuestra realidad están reflejados en lo que consumimos. Las redes sociales son extensiones de nuestra propia personalidad y aquellos que han visto estos espacios como una herramienta de expresión y publicación de su ser sin la necesidad de intermediarios, han hecho del internet su medio para dejar un legado o un mensaje para la posteridad. Eso es básicamente la razón de ser del arte y los medios de comunicación. Ahora, los contenidos de estos medios artísticos o comunicativos se basan en el entorno en que se han concebido, sea por cubrir una necesidad de información, o plasmar perspectivas de una realidad a través de los ojos y la subjetividad del emisor. De vez en vez, aparecía una innovación que no cumplía estos parámetros y su rechazo era la primera reacción de la comunidad. Con el tiempo esta misma innovación era aceptada, re-categorizada y puesta como un nuevo referente. Así sucedido con las artes plásticas, las artes musicales, el teatro, la literatura y posteriormente con las artes visuales; el cine y la televisión. Internet ha sido el siguiente paso en esta cadena de innovaciones informáticas y en ella se han refugiado un sinfín de personas que buscan la manera de expresarse y hacer parte de la opinión pública, una oportunidad que en otros tiempos era imposible acceder.

La época que me tocó en suerte fue tal vez la más acelerada y metamórfica de todas. Pasamos de tener teléfonos de disco a SmartPhones, a tener tres canales en el televisor a 250, de alquilar VHS al Netflix. Todas las nuevas tecnologías llegaron en nuestros años y como todos los chicos, nosotros también fuimos rebeldes, transgresores, innovadores y creativos. Perdimos prejuicios y empezamos a ver un mundo más amplio y más inmediato. Nuestros contenidos los daba la televisión y las revistas. Fuimos la primera generación “Gamer” y ante todo estuvimos en los dos bandos: La crianza de usanza con los juegos de pelota en la calle y los videojuegos en casa. Fuimos el puente para los que ahora hacen parte de este fenómeno Youtube y conocemos de primera mano sus causas y consecuencias; no por ser intelectuales, más bien porque somos el puente de dos mundos. Por eso no es de extrañarse que muchos de estos chicos sean hijos de gente de mi generación y su comprensión hacia aquello que ahora hacen sus hijos, sea parte de esa experiencia de vida.

¡Pero un momento! No todo es color de rosa. Los contenidos que consumíamos en su mayoría tenían un objetivo mucho más profundo y se fundaban en el caos de la pasada guerra fría y los conflictos de nuestros países latinoamericanos. Problemáticas que en su mayoría aún están vigentes. Estábamos entre la espada y la pared en muchos aspectos de nuestra propia vida y aquellos que vivimos una vida sin privilegios, fuimos testigos de cosas realmente duras. Esto hace que los contenidos actuales que se basan en muchos aspectos desde nuestro punto de vista como “banalidades”, sean producto de la educación que nosotros mismos les hemos brindado a los chicos de esta generación, suavizándoles el camino y dándoles la libertad que se nos negó a nosotros. Pero es importante que esta relación sea de ida y vuelta.

Señores y señoritas Youtubers: No se puede combatir la soberbia con más soberbia. Los mensajes de respuesta a las acusaciones injustas que adultos prejuiciosos les han hecho han sido respondidos de la manera más pasional y simple posible. La mayoría de sus argumentos son más válidos para la época en que vivimos que la que los periodistas y críticos que han despotricado veneno en su contra, pero deben ser conscientes que el poder que tienen en sus manos es demasiado para responder con argumentos llenos de soberbia y revancha. El poder de la palabra y la elocuencia que la mayoría de ustedes expresa en sus reclamos se anula cuando tratan temas de dinero o de educación. No está bien que un chico de cualquier época escuche que estudiar no es tan “necesario” para ser emprendedor y hacer algo por la vida. La torpeza de nuestros padres fue crear el imaginario de que el que no estudia no merece ser escuchado, pero es importante que reformulen su pensamiento hacia la educación elevando la capacidad de entender el mundo, su mundo a través del estudio. Sea autodidacta, técnico, universitario, etc. El decir que ganan más plata que un hombre que realiza cualquier tarea respetable es un acto inmisericorde, donde cualquier trabajo es digno y vale la pena demostrar que ustedes tienen un espíritu constructivo y de aceptación. El discurso chicos, desafortunadamente se forma con la experiencia de vida y nada más y a veces es mejor ser estratégico que apasionado.

“Los contenidos solo son de la incumbencia de quien los mira”. Esta premisa del fenómeno Youtuber es real y muy sólida desde su perspectiva. Todos buscamos divertirnos, informarnos sobre nuestros gustos y pasiones. Desde el punto de vista de un espectador común “yo soy German” puede ser un tipo ocurrente, divertido e interesante o puede ser simple y llanamente un tarado. Esa capacidad de poder escoger que vemos y que no, se llama libertad y ustedes son libres de hacer lo que quieran. Pero no pueden hacer oídos sordos con una rebeldía insulsa y deben asumir la responsabilidad de ser referentes de vida. Esa clase de responsabilidad que no han tenido la gran mayoría de políticos y representantes de la vida pública de nuestra sociedad, ustedes la tienen ahora.

No podemos hacer de la vida de los chicos una constante zozobra por los problemas de la sociedad, pero tampoco podemos hacerles creer que viven en una cajita de cristal. Ese fue el gran error de la televisión y ustedes no pueden ser propiciadores de que esta terrible farsa continúe.

Por último creo que está bien que impulsen la lectura desde la producción de libros que representan sus propias vivencias y aquellos que se toman la difícil tarea de hacer ficción mucho más. Lo que espero, es que sus obras sigan creciendo y evolucionando y que le aporten a las mentes frescas, un mundo con mayor claridad y capacidad de discernimiento. Lo que he leído es completamente enfocado a los chicos y espero que las mismas crezcan con ustedes y que no permitan que su esfuerzo sea una ficha más del mercado y pase al olvido como todo lo que está de moda. Para trascender hay que evolucionar y espero que en su momento puedan lograrlo.

El tiempo de aquellos que estamos en la mediana edad ha pasado y tuvimos la fortuna de saborear las innovaciones que son lo cotidiano actualmente. Ahora podemos ser un cable a tierra de las mentes soñadoras de los nuevos artistas que buscan lo mismo que buscamos en nuestro momento; dejar huella en el mundo y hacer de él un lugar mejor.

Ser infinito

ESPACIO CULTURAL

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