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Quijotadas Literarias

DE LO INFINITO A LO HUMANO

Saludos lectores. Hoy voy a hacer un lindo ejercicio al hacer de contraparte al interesante texto de Zaid Carreño: “El Manifiesto de lo Infinito”.

El tiempo para las grandes civilizaciones antiguas era cíclico. Su concepción desde lo cultural y religioso se daba a partir de los ciclos de cosecha y el movimiento de las estrellas. De ahí que occidente con su facilista manera de concebir el cosmos, creara el concepto lineal y formulara esa absurda necesidad en la humanidad de cumplir con una “cuota” moral de vida. Este concepto también le da origen a aquel absurdo miedo a la muerte. De allí irónicamente se comienza a plantear el valor de la vida desde los actos, los logros y las expectativas que cada ser humano atiende desde los comienzos de su existencia.

Ser parte de un todo o convertirse en primordial para la historia. Inmortalizarse a partir de los actos que se hacen en vida es el ideal humano impuesto por la fe y las instituciones religiosas. Los líderes se hacen próceres, ejemplos de vida, mesías o salvadores. Asumiendo un peso sobre sus espaldas que en muchos casos no lo han pedido, así como su exaltación los hace desdibujarse de su propia humanidad y relevan sus errores a un segundo plano peligroso. Yo no he creído ni creeré en los “seres superiores” porque ellos son los chivos expiatorios de grandes atrocidades, discriminaciones o sentimientos sesgados por las pasiones que generan el pertenecer a una misma idea representada en aquel “gran ejemplo”.

Alguna vez admiré a muchos de los grandes hombres y mujeres de la historia. Con los años, la lectura y el sentido crítico aprendí a bajarlos del pedestal o santoral y a darme cuenta que al final nadie es especial. Todos cumplen su rol en este desquiciado experimento que se llama mundo. Prefiero amar y admirar sus obras, sus actos y a partir de eso entender la importancia de su aporte a la humanidad y a revalorar los esfuerzos colectivos de los nadie. Los que no tienen ni tendrán rostro en banderas, libros o estampitas. Yo creí en dios y su hijo Jesús por imposición de mi escuela primaria, ni siquiera por mi casa materna. Para después darme cuenta que la idea de dios es una necesidad implícita en la búsqueda del humano como especie de resolver aquello que aún no entiende. Jesús como personaje histórico tiene muy pocas o casi ninguna comprobación de su existencia y más allá de su mito, pienso que no difiere a cualquier otro personaje mitológico de la infinidad de religiones y mesías que hemos inventado a través de la historia. Además de las atrocidades causadas en su nombre en las cruzadas y la conquista de América. Admiré al Che Guevara y su “hombre nuevo” hasta que leí de manera crítica su vida y su obra y no era más que un idealista lleno de prejuicios, ególatra y hasta con características tan repudiables como la homofobia y el asesinato colectivo en nombre de la revolución. Y así uno tras otro de estos ídolos se van cayendo de su santoral hasta estallarse en el piso de la realidad.

Sobresalir o pensarse en alguien superior por tener una capacidad de entendimiento más amplia puede generar consecuencias peligrosas. Creer que el conocimiento es poder y no un valor que se debe buscar compartir con todos aquellos que nos rodean; es aún más peligroso.

El concepto de Infinito lo he visto en el texto como ese ser que trasciende por su capacidad de entender el mundo de manera imparcial y superior a los que se han limitado a verlo desde un solo punto de vista. Sin embargo, los grandes logros de la humanidad; los verdaderos avances en la ciencia y las más maravillosas obras del arte han sido creadas por hombres que no tuvieron esa pretensión de ser superiores. Son los mismos que crearon desde la pobreza o el mecenazgo las grandes obras que los hicieron inmortales. Muchas veces fueron reconocidos cuando ya no eran parte de este plano de la existencia. Mozart escribía para reyes, condes o papas sus impresionantes óperas y sinfonías. Da Vinci era un curioso de la naturaleza y no dejó de ser un empleado de opulentos oligarcas que le pagaban por sus obras. Newton o Sagan fueron científicos que prestaban un servicio a la humanidad, cada uno en su tiempo y con la noble intención de saciar su curiosidad. Y así puedo seguir infinitamente con los grandes escritores, artistas, inventores y luchadores de la libertad. Todos con defectos, todos con errores, secretos, pasiones y creencias. Todos iguales a mi vecino, a mi madre, a mis sobrinos, a usted y a mi señor lector.

De ahí que los infinitos son tal vez otros humanos más, que simplemente jugaron el juego de creer en el valor de hacer algo bello y desinteresado. Tal vez el infinito que nuestro apreciado escritor describe en su manifiesto es lo que creemos que son los humanos más nobles, humildes, desinteresados y curiosos de la historia. Y su ejemplo no es buscar ser grande, es simplemente dejarle algo grande a la humanidad. El fin de la vida para mí no es ser infinito. Es hacer de mi vida y mi obra algo humanamente infinito.

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QUIJOTADAS LITERARIAS

Ser infinito

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